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Tras el sonar de las campanas

Por: webmasterlocal
Publicado el: Agosto 2021
“A Santa Fe se vuelve”. Esa parece ser la consigna que le da la vida a Maribel, una tolimense que llegó a Bogotá, en 1985, buscando oportunidades.
 
Su primera parada en la capital fue, como la de muchos: en la casa de un familiar. “Donde caben tres, caben cuatro”, recuerda. “Llegué al barrio Las Cruces. Era una Bogotá distinta. Uno llega muy joven y novato, pero se da ‘mañas’. Empecé pronto a trabajar en casas de familia, como empleada interna”. Aunque el encierro la aburría, hoy sabe que aquello era una experiencia poco significativa al lado de lo que le ocurriría años después: quedarse sin empleo y padecer cáncer de mama. “Quedé desempleada y sólo me llamaban para trabajos esporádicos. Nada fijo. Iba de un lado a otro y nunca me alcanzaba para nada”… Hasta que se encontró con Marta.
 
Maribel y Marta no eran muy amigas. Conocidas, sí, pero no mucho más. Marta era oriunda de Ortega, un pueblo al sur del Tolima. En medio del saludo, Maribel le recomendó “si sabe algo de trabajo” y sí, un par de semanas después, Marta la llamó a comentarle que había un trabajo en el centro de Bogotá. “Es con unos sacerdotes”, le dijo. A Maribel no le sonó mucho la idea, pero como “la necesidad tiene cara de perro”, allá llegó en 2011, a la iglesia de Las Nieves ubicada en la carrera séptima entre calles 20 y 21.
 
Maribel comenzó haciendo un remplazo en servicios generales y hoy, cada vez que un extranjero entra a la iglesia a preguntar por historia y arquitectura, es ella quien responde. “La iglesia es barroca-bizantina. Barroca por las columnas y bizantina por los vitrales”.
 
Desde que Maribel está en Las Nieves, han pasado tres sacerdotes: monseñor Gabriel, monseñor Yoani Víctor Cupitra y el actual sacerdote, Edgar Galvis. Monseñor Gabriel fue quien llevó al señor de Los Milagros, una imagen ubicada al lado izquierdo cerca de la entrada que, a hoy, está lleno de placas de agradecimiento por los milagros recibidos. En otro espacio de la iglesia, se encuentra el señor Caído de Monserrate, el cual, a diferencia del que se encuentra en el cerro, cae para el otro lado, para el derecho y también está la figura de un Jesucristo que “parpadea”. “Quédese mirándolo fijamente a los ojos y cuente hasta diez. ¿Le parpadeó?”.
 
Maribel quisiera saber más de la iglesia. Afirma que es poco lo que narra en comparación con lo que “cuentan estas paredes llenas de hojillas y angelitos elaborados en piedra”. “Quienes hicieron la iglesia y las figuras son unos artistas”, asegura mirando al ángel de mármol con agua bendita ubicado en la entrada.
 
Ella agradece cada palabra amable de quienes visitan la iglesia. La felicitan por “tener todo en su sitio”. “El trabajo en Las Nieves me ha dado para vivir digna y decentemente”. Asegura que Dios anda por ahí y que, durante la pandemia por COVID-19, le hacia falta su trabajo y su cercanía con Dios.
 
Maribel barre, trapea, limpia, recibe la ofrenda, es guía turística y toca la campana a las 10:40 a.m. para avisar que se viene la misa. “Yo toco en desorden. Sé que hay campaneros que llevan un ritmo. Eso no es lo mío. Yo aviso y ya”.
 
Trabaja de 9:00 de la mañana a 4:30 de la tarde. Al salir para su casa en Bosa, se echa un ‘septimazo’ hasta la estación de Transmilenio, Museo Nacional. Toma el M47 y después de nueve paradas llega al Portal del Sur. Se sube a un alimentador y, finalmente, tras casi dos horas de camino, llega a su casa a encontrarse con Nicolás, su hijo. Se toman una aguadepanela con queso, ven las noticias y hablan de los futuros planes de mudarse a Soacha. “Me tocará un ‘viaje’ más largo hasta la iglesia, pero me gusta más vivir a las afueras de la ciudad”.
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